En estas fechas, difícilmente me veréis tumbado al sol en una playa —a veces envidio a quien tiene esa capacidad de no hacer nada, pero yo me aburro—, aprovecho las vacaciones para pasear, observar, descubrir, cotillear, aprender. No me tomo vacaciones de mí mismo, porque no hay un personaje, no soy actor, no interpreto ante un público. No puedo separar o dividir lo que es indivisible. ¿Acaso no es esa la diferencia entre la performance y el teatro?
Mi trabajo debe entenderse como un proceso vital, más que una obra en sí. Un recorrido indisoluble con el resto de aspectos de mi vida. Mi mundo artístico es simplemente mi mundo, no hay fronteras entre ambos aspectos. Evolucionan a la par. No hay separación, es vida, por eso sólo concibo la perfomance como verdad, alejada lo más posible de la ficción y del espectáculo del arte.