Quiero hundirme en mis raíces y en el universo filosófico que me sostiene, sin paracaídas. Siento que, con la renuncia a la venta del objeto material, he comprado mi libertad. Este cambio de actitud no es un capricho, es un posicionamiento político. No creo que el arte deba ser un producto de consumo más dentro de nuestra sociedad capitalista. Un universo lleno de modas, intereses, injerencias y planteamientos superficiales que me incomodan. Mi mirada es otra, llevo años buceando en nuestra parte espiritual y desarrollando proyectos sociales y políticos, por lo que formar parte del problema me creaba muchas contradicciones.
Respeto todos los puntos de vista, pero bajo el paraguas de mis investigaciones y, sobre todo, bajo el escrutinio de mi conciencia resultaba doloroso e incoherente seguir viviendo una mentira. Desde hace cuatro o cinco años ya era insostenible esta situación. La mayoría de mis proyectos no estaban a la venta. Mi conciencia me impedía vender una instalación hecha con trozos de pateras naufragadas o una videoperformance que trata sobre la violencia vicaria. Comerciar con eso sería una abominación.
Esta renuncia en firme al mercado del arte me permite dar un paso más. Sigo empleando el arte como herramienta social, ahora más que nunca, ya que sin el producto material no hay posibles atajos, distracciones o condicionantes. Mato la posibilidad de la tentación, hago lo que hago porque creo que es lo que debo hacer. No participo del circo, ni debo rendir pleitesía a nadie, no pretendo encajar ni gustar, solamente quiero investigar para seguir avanzando. Este punto de vista no es nuevo en mí, como escribí en Miserere Nobis III, una de mis obras, en 2021: “No decoro casas, ni fabrico juguetes, ahora que está tan de moda el arte superficial, propio de nuestra sociedad decadente, materialista e infantilizada”. Esas palabras expresaban algo que ya sentía, y encajan con el espíritu actual, pero todavía no me atrevía a romper con el mercado, con las galerías, con el coleccionismo…
En este momento, con mi nuevo proyecto, Cordes i paraules, juego e investigo sin pretender nada material a cambio, buceo en clave íntima dentro del acto creativo con total libertad, sin contradicciones ni dilemas morales. Siguiendo la estela de El lenguaje de los pájaros (2023), estoy enfocado en un trabajo más pausado, más reflexivo y conceptual, para elaborar un fruto efímero con el mayor mimo posible, a la disposición de quien lo pueda ver. No hay obra más allá de la experiencia, de la vivencia, del momento.
Continuaré haciendo muchos proyectos, los documentaré o los elaboraré para poder mostrarlos, pero no se podrán comprar. No vendo objetos, ni fetiches, no hago productos comerciales ni piezas decorativas. Mi trabajo artístico, a partir de 2024, no se puede coleccionar, no se puede poseer, tan solo se puede vivir, experimentar o sentir. No está a la venta. Daré aún más prioridad a lo inmaterial. Es decir, seguiré dando conferencias, haciendo performances, creando diversas acciones e instalaciones efímeras y exhibiendo videos y fotografías en museos e instituciones culturales, pero una vez hechas se desvanecerán. Los particulares no podrán comprarlas, ni adquirir tampoco ningún producto derivado. No cierro la puerta a las instituciones que quieran conservar mi trabajo, pero por el momento no participo del circuito comercial. Necesito tomarme un tiempo, parar y reflexionar.
Existe el problema que como sociedad valoramos poco aquello que no cuesta dinero. Cuanto más caro más ansiado. Yo no regalo mi arte, sigue siendo costoso, pero ahora es mucho más sutil y escurridizo, no se puede poseer.
Como dijo San Ignacio: “Avanza y prende fuego al mundo”. FELIZ 2024.