Los mecanismos de defensa de la mente son muy curiosos. Cuando uno sabe que ha errado se apresura a buscar un culpable, alguien a quien cargarle el muerto para poder respirar tranquilo. Siempre es mejor pensar que los demás son los malos. Afrontar con valentía los propios errores es un síntoma de madurez, una cualidad en desuso en un mundo simplón y epidérmico.
Vivimos es una sociedad de irresponsables, nadie tiene la culpa de nada, todos somos pobres victimas de las circunstancias. La estupidez humana es infinita. Decepción es la palabra que siento en este momento.